El inspector Mario Conde, descendiente de un palmero de Canarias, es una persona simpática con humor, muy trabajador, pero también muy imperfecta, por eso lo hace muy humano. Es ligeramente borrachín, mujeriego, solitario, escritor, filósofo, depresivo y muy amigo desde el preuniversitario de su Flaco, ahora gordo en silla de ruedas por un tiro en Angola, y cuya madre cocina como los ángeles y que guarda siempre un plato de comida para el amigo policía de la casa que quiere a su hijo como a un hermano, por si se deja caer por la casa. Mario Conde, nos muestra la Cuba en tiempos de Fidel, pero sin entrar en politiqueos, tal como la viven los cubanos, y al tratar de desentrañar un crimen, se da cuenta de “cuanta mierda hay en esta Habana, cuanta corrupción, y cuanta miseria” pero para ese malestar y esa impotencia, hay 3 remedios: poner todo el empeño en descubrir al criminal y sobre todo el motivo del crimen; unos tragos de ron, una buena comida con su amigo el Flaco; y enamorarse de una magnífica “hembra”, porque siempre tiene el corazón vacante.
hace 3 semanas