Segunda entrega del detective Kraken. Es más lenta, muy predecible y bastante truculenta (los problemas médicos de Unai) a diferencia de la primera. Nuevamente asesinatos rituales en la ciudad de la autora que narra a dos tiempos (2016 y 1992) hechos que se van entrelazando a medida que avanza la narración. Sí consigue, como buena novela negra, tenernos en vilo acerca del (los) perpetradores de los crímenes. Por momentos se hace pesada. Vamos por el tercer libro.
hace 2 días