Los ritos del agua, segunda entrega de la trilogía del inspector Kraken, mantiene las señas de identidad de Eva García Sáenz de Urturi, pero ofrece una experiencia más irregular que su predecesora. La novela combina dos líneas temporales —2016 y 1992— que se entrelazan progresivamente para explicar una serie de asesinatos rituales vinculados al pasado del propio Unai López de Ayala. Esta estructura, que en la primera entrega funcionaba con dinamismo, aquí avanza con mayor lentitud y una previsibilidad que reduce parte de la tensión inicial. La trama conserva algunos de los ingredientes clásicos de la novela negra: crímenes simbólicos, secretos enterrados, vínculos entre víctimas y verdugos, y un protagonista marcado por traumas personales. Sin embargo, los problemas médicos de Unai —tratados de forma excesivamente truculenta y reiterativa— restan fluidez al conjunto, desviando la atención del misterio central y generando episodios que pueden sentirse pesados o innecesariamente dramáticos. Aun así, la novela sí logra mantener el suspense en torno a la identidad del perpetrador (o perpetradores), sosteniendo el interés del lector gracias a su atmósfera oscura y al constante cruce entre heridas del pasado y horrores del presente. La ambientación en la Vitoria contemporánea y en la juventud universitaria de los personajes aporta coherencia al universo de Kraken, aunque sin alcanzar la potencia emocional y narrativa de El silencio de la ciudad blanca. Los ritos del agua es una entrega competente, con momentos intensos y una intriga que se mantiene viva, pero también con pasajes densos y una estructura menos afinada que la primera novela. Aun con sus altibajos, deja abierta la puerta para un cierre que promete más ambición.
hace 3 días
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