“No quería nacer en otoño en un país radioactivo”. Así empieza la primera novela de Natalia Litvinova, nacida en Bielorrusia en 1986, el año de la explosión nuclear en Chernóbil. Con tintes claramente autobiográficos, esta historia narra la vida de la autora y su familia. Se divide en tres partes, la primera está ambientada en Gómel, su ciudad de nacimiento y donde transcurrió su infancia hasta los diez años en que emigró a Buenos Aires junto a su familia. La protagonista es una niña y leemos desde su nacimiento, la escuela, siempre con ese apelativo que subyace, “luciérnaga”, que es como llamaban a los niños que vivían en las zonas expuestas a la radiación, la vida con su familia, y de fondo la problemática de un país en proceso de cambio profundo.
La segunda parte, más breve y con abundantes diálogos, es la más poética y fantástica del libro. En ella la narradora mantiene conversaciones con su abuela materna, a la que no conoció, y que se ve forzada a recoger turba en un pantano. En la última parte del libro, la protagonista, ya adulta, se acaba de separar y vuelve a vivir a casa de su madre, y recuerda cómo fue la llegada a Argentina cuando su familia emigró.
Novela interesante que abarca muchos temas, tan variados como las consecuencias del desastre nuclear o la problemática de la emigración, pero, sobre todo, da voz a varias generaciones de mujeres, encarnadas en su madre y abuelas, cuyo duro trabajo y resistencia salvó a todo un país en difíciles circunstancias. La ternura con la que se habla de ellas me parece en sí todo un homenaje.
Narrado en primera persona con un estilo sencillo y bastante lírico, capítulos cortos y algunos fragmentos muy bellos, es un libro que se lee bien, aunque su estructura es algo deslavazada, y a veces parece un cúmulo de anécdotas y recuerdos sin un orden concreto. No obstante, me parece una buena primera novela.