¿Quién se acuerda hoy de Ramú, aquel chico indio que hace algunas décadas fue hallado entre los lobos? Adoptado por la jauría, Ramú había logrado sobrevivir a costa de una regresión a la pura animalidad. Sus salvadores o ¿captores? Intentaron en vano volver a humanizarlo. Ni la posición vertical, y, menos aún la palabra articulada resultaban viables para el joven hombre lobo. Al fin hubo que admitir la lamentable realidad: en la sociedad humana, Ramú era poco más que un oligofrénico condenado a una perenne inadaptación. Pero Ramú no era un oligofrénico, sino un animal libre. E hizo lo que todas sus fibras le exigían- volver a la selva, vivir el único género que comprendía.