Un hombre que aparece ahorcado y con los globos oculares arrancados, sin que se le conozca aparentemente enemigo alguno. Un teniente de la guardia civil solitario que se ve, por sorpresa, involucrado personalmente en el crimen que tiene que resolver. Una mujer que padece un estrés postraumático de enigmático origen que ahoga en vodka, pero cuyo testimonio es esencial en la resolución del crimen. Su nombre, Sara Azcárraga, aparece escrito en un papel, en el bolsillo del fallecido. El titulo del libro me echó atrás en un principio, pues me parecía un poco "de novela rosa". Hice caso a la crítica y me adentré, descubriendo una obra llena de realidades amargas, con final ilógico pero creíble, quizá no deseable (uno siempre le desea lo peor a los malos), pero coherente con la historia. Según transcurre la trama, el título va cobrando sentido. Y es que la resolución del crimen no es la finalidad de la novela, (de hecho, se sabe quién es el/la criminal desde el primer momento), sino implicar emocionalmente al lector en la historia y miseria propias de todos y cada uno de los personajes, y vaya que lo logra. Al final, uno tiene la sensación de haber leído varias novelas juntas, cada una con su final correspondiente. La novela te deja con frío en el cuerpo y sin embargo engancha. Se prevé segunda parte.
hace 6 años