Es 1986, ha habido una explosión en la central de Chernóbil, y Syvert Løyning, de diecinueve años, acaba de volver del servicio militar. En casa, en el norte de Noruega, lo esperan su madre y su hermano. De su padre, de quien tomó el nombre, y que murió cuando él era pequeño, solo le queda el recuerdo. Un recuerdo que, a medida que las noticias de Chernóbil se vuelven más inquietantes, no hará más que crecer: un día su padre se le aparecerá en sueños, despertando una curiosidad que hasta entonces no había tenido, y que se volverá más intensa tras el hallazgo de unas cartas que apuntan hacia la Unión Soviética.
Muchos años después, con la Unión Soviética ya desaparecida, la bióloga evolutiva Alevtina Kotov también va al encuentro de su familia: es el ochenta cumpleaños de su padrastro, el hombre que la crió, y ella y su hijo se disponen a celebrarlo con él. Al contrario que para Syvert, su padre biológico no es un recuerdo lejano: es un completo enigma, que Alevtina nunca se ha molestado en desentrañar. Pero en las clases que da en la Universidad de Moscú no reconoce a la científica que pudo haber sido, y la frustración que siente la llevará a indagar en territorios nuevos. Cuando se adentre en los de su origen, un hilo se tenderá entre espacios y tiempos, uniendo la Noruega de los ochenta y la Rusia de hoy en un despliegue de revelaciones.