Acabo de terminar este libro y tengo la sensación de que me han echado una jarra de agua helada por encima. Aquí estoy, con la boca abierta con el final de esta novela que a punto estuve de dejar cuando solo llevaba 30 páginas. Al principio me costó bastante entender cómo se estaba desarrollando la trama, quizá debido a una prosa elaborada que me exigía mayor concentración que con otros libros. La novela trata de desencuentros familiares desde el pasado. El tiempo ha hecho que cada personaje se cree una perspectiva donde los demás son los culpables de las miserias y desventuras de cada uno. El tema central de la novela creo que son los traumas que se desarrollan desde una edad temprana. Cada uno los moldea hacia donde más le interesa o consuela. Es un libro duro, repleto de miserias humanas, personajes psicópatas llenos de complejos, víctimas y verdugos que invierten los papeles. Lo que más me ha gustado del pequeño pero intenso libro es la prosa utilizada por el autor, esa forma magistral de jugar con el lenguaje, tener que realizar un esfuerzo por intentar comprender cada conjunto de palabras. Una forma sublime de filosofar sobre la felicidad, los errores y la fuerza que adquieren las palabras que por fin se dicen y el peso que soporta la persona que las custodia.
hace 5 años