Comienza como un libro de viaje por Estados Unidos a inicios de la década de 1940, un viaje de reconocimiento del propio país del autor, al que desprecia y compara constantemente, siempre en forma desfavorable, con Francia. Esto dura unas pocas primeras páginas, y hasta este punto, me entusiasmó y la lectura fue atractiva. Luego, comienza a describir encuentros con distintos personajes que, bajo ciertas circunstancias, se cruzan en el camino del autor. Aquí comienza un libro divagante y, para mi gusto, muy aburrido hasta el final. El libro se transformó de un viaje geográfico a un viaje por personas. El autor hace una crítica feroz al desarrollo material americano y como contrapunto, exalta el arte, única cosa que vale la pena para Miller. Los hombres de negocios y empresarios son demonios; los artistas, la flor y nata de la sociedad. Cabe destacar que en sus páginas se desliza un sentido ecologista que se anticipa a su tiempo. Un libro con solo blancos y negros, sin grises. Al final, Miller agrega una addenda donde critica a la fundación Guggenheim por haberle rechazado una solicitud de beca para su libro y enumera una serie de becas que sí fueron consideradas por la fundación, las cuales presenta en un listado “para deleite del lector”. No podría haber sido más soberbio para finalizar este pobre libro.