Es una historia muy dura, basada en hechos reales, lo que refuerza su verisimilitud. Narrada en primera persona, cuenta los avatares de una mujer coreana, Kim Sangmi, testimonio de las mujeres convertidas en esclavas sexuales por el ejército japonés, en el contexto de la política belicista e imperialista que adoptó el país nipón en los años 30 del siglo XX, con la intención de dominar Asia, hasta el fin de la II Guerra Mundial –bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki-. Guerra, exterminio, hambre, miseria, abusos de poder, son elementos que sobresalen continuamente en la novela. Kim es una chica obligada a prostituirse, a servir a las necesidades de los soldados, a seguirlos allá donde vayan, unos hombres que, por otro lado, también sufren los estragos de la guerra. Las circunstancias que debe afrontar no pueden ser más terribles, tanto que, en ocasiones, el lector se puede preguntar ¿Es posible que alguien sobreviva a tanto? Los hechos relatados son atroces, si bien la autora no se recrea en exceso en ellos, ya que están expuestos sin florituras, desde una cierta distancia. Además, las mismas situaciones penosas, dan lugar a bellos gestos de amistad y solidaridad que no pueden ignorarse. Es un relato muy bueno, me ha gustado, aunque dado el carácter tan extremo de las vivencias de la protagonista, tardé mucho en leerlo, por eso no lo recomendaría si el ánimo es bajo.
hace 11 años
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