El primer tomo de Las cuatro estaciones, de Stephen King, suele atraer a nuevos lectores por una razón muy particular: el vínculo con la película The Shawshank Redemption, considerada por muchos críticos como una de las mejores obras cinematográficas de la historia. No es casual: el relato inicial, Rita Hayworth and Shawshank Redemption, es probablemente uno de los textos más perfectos, contenidos y emocionalmente potentes de la carrera de King. Ese primer relato sorprende porque se aleja de sus escenarios sobrenaturales habituales. King abandona lo extraordinario para concentrarse en una historia de injusticia, dignidad y esperanza indestructible. La voz narrativa, el ritmo, la sobriedad y la construcción moral del relato generan una sensación de absolución emocional para el lector. Es un cuento que se queda grabado por su humanidad, incluso sabiendo que difiere en varios matices del guion de la película. El segundo relato, Apt Pupil, transita un territorio completamente distinto: un descenso psicológico hacia el origen de la maldad. Aquí King despliega una radiografía inquietante sobre la fascinación del mal, la manipulación y el proceso gradual por el cual un adolescente aparentemente común va corrompiéndose hasta volverse irreconocible. Es una obra más oscura, más cerebral y también más perturbadora, pero muestra al King más literario, el que indaga en la perversidad humana sin apoyo de lo sobrenatural. Ambos textos funcionan como demostración del rango narrativo del autor. Uno ofrece redención; el otro, corrupción. Uno ilumina; el otro estremece. Ese contraste hace del libro una lectura especialmente interesante para quienes quieran descubrir al King no solo como maestro del terror, sino como un narrador pleno, capaz de abordar registros muy diversos dentro de la literatura contemporánea. Muy recomendable para quienes quieran ver la amplitud real de su obra más allá de sus monstruos icónicos.
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