Que a nadie le intimide la alusión a la tristeza del título de esta novela, pues lo que uno siente al ir adentrándose en ella es la inmensa alegría de estar ante una obra de esas que vuelven a reconciliarte con la existencia de la Literatura con mayúsculas. No me refiero con esto a que tenga un estilo retórico ni nada parecido, está magníficamente escrita y, a la vez, se lee de maravilla, sin tropiezos . Me refiero a que es una novela con alma. En ella, acompañamos a un profesor de lenguas clásicas, recién jubilado en 2020, en ese momento tan especial de la vida en el que uno no solo abandona su trabajo, tan unido a nuestra esencia muchas veces, sino que ingresa también en la última etapa de su trayecto vital. Esta circunstancia y algunas cosas que le van pasando, le obligan a hacer balance, a reconciliarse con sus recuerdos, a crearse nuevas ilusiones , a plantearse ciertos retos en un mundo extraño que ya no siente como suyo. Este cariz psicológico es el que prima aquí, con otros elementos que mantienen sin duda el interés del lector, sin sobresalir tanto como el disfrute de una historia impecable, bien contada, de personajes redondos, homenaje a la literatura y en especial a Cervantes en cierto juego narrativo, que , al final, ineludiblemente, como hacen todas las grandes novelas, nos enseña sobre temas diversos y fundamentales como la amistad, las relaciones erótico-amorosas, el fracaso o el éxito social, la literatura... , la vida misma, en definitiva.
hace 3 semanas