La quinta mujer, sexta entrega de la serie Wallander, se abre con el brutal asesinato de un anciano, un crimen que parece estar conectado con un episodio violento ocurrido en Argelia años atrás. Desde sus primeras páginas, Henning Mankell plantea una investigación de largo aliento que se convierte en una de las novelas más extensas y ambiciosas de la saga. Sin embargo, esa amplitud narrativa tiene un costo. La estructura avanza con un ritmo irregular y en ocasiones repetitivo: las reuniones periódicas del equipo —que regresan cada sesenta páginas para revisar el estado del caso— restan dinamismo y rompen la tensión tan característica de Mankell. Asimismo, algunas subtramas, como los episodios vinculados a las brigadas de Ystad, aparecen más como distracciones que como aportes significativos a la línea central del relato. Aun así, la novela conserva los elementos que han hecho memorable al personaje de Wallander: su vulnerabilidad, su obstinación y su permanente lucha por comprender un mundo cada vez más violento y desconcertante. Y, fiel a la tradición del autor, las últimas cincuenta páginas recuperan toda la energía narrativa: son intensas, trepidantes y recuerdan por qué Mankell es considerado un maestro del suspense escandinavo. Aunque no es de lo mejor del autor, La quinta mujer sigue siendo una pieza importante dentro del arco evolutivo del personaje y del universo de Ystad, mostrando a un Wallander más cansado, más solitario, pero aún capaz de enfrentarse a crímenes que rozan los límites de lo imaginable.
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