Tercera entrega de la serie tras “La novia gitana” y “La Red púrpura”. Si las dos novelas anteriores era recomendable leerlas en orden, esta se puede leer de manera independiente. De nuevo nos encontramos con la BAC, la Brigada de Análisis de Casos, al mando de Chesca Olmo desde que la inspectora Elena Blanco abandonara el cuerpo tras el caso de “La Red Púrpura”. Pero un día la subinspectora Chesca desaparece, no se presenta a una citación judicial en la que era la testigo principal. Ninguno de sus compañeros cree posible que ella falte voluntariamente a una cita con el juzgado, y se inicia su búsqueda.
Reyes Rentero, sobrina del comisario, es la nueva incorporación a la BAC, y Elena Blanco regresa temporalmente a la brigada para encontrar a su amiga. Los capítulos son cortos y se alternan los protagonizados por los miembros de la BAC intentando localizar a Chesca y, por otro lado, los que se centran en lo que está viviendo la subinspectora. Sus compañeros descubrirán facetas de la vida de Chesca que desconocían, y es interesante ver la evolución de los personajes, en la misma novela e incluso de título en título.
Como ya es habitual en sus tramas, la investigación policial nos lleva por derroteros macabros y violentos, con escenas crudas y directas, pero sin regodearse en ellas. Carmen Mola resuelve los casos que plantea, pero no es de finales felices, sus personajes pueden decir con toda la razón: “En cada caso perdemos un trozo de alma”, porque “nadie regresa indemne del infierno”.
Con una buena ambientación y un ritmo ágil, es una lectura intensa y adictiva, de las que no puedes soltar hasta que terminas. Me ha gustado, y no menos que las entregas anteriores, pero sobre todo me ha atrapado totalmente y la he disfrutado. Una novela muy recomendable para los amantes del género policíaco.
hace 4 años
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