Resumen

Mario Martín (alter ego del autor de este libro) lleva una vida moderadamente feliz. Está casado. Tiene un hijo. Ha aceptado entregar las mañanas, desde hace más de veinte años, a la Función Pública a cambio de un sueldo que cada tarde le permite errar por sus sueños literarios y seguir esperando el día siguiente sin grandes sobresaltos. Pero uno de esos días, el menos pensado, le llega por la espalda la estocada del alzhéimer: su madre y su tía —con las que compartió hogar hasta la fecha de su boda— han dejado atrás la senda de la memoria y la cordura. Mediante una prosa límpida y candente, Mario nos adentrará en la delirante y conmovedora odisea cotidiana de esas dos mujeres prófugas de sí mismas, desbocadas en un extravío sin retorno, actrices inconscientes de una comedia de equívocos que será motivo de hilaridad y tormento para los forzados —por sus vínculos de sangre— a interpretarla junto a ellas. En este cauce abierto por el narrador, desde el nacimiento hasta la desembocadura de una enfermedad que sabotea todos los puentes afectivos —el enfermo de alzhéimer es un mártir que martiriza—, Mario acabará por sumergirse en la mayor mortificación que este mal produce: la culpa de ser hijo de quien ya no puede ser tu madre. Pero una vez rebasados todos los límites de resistencia junto a ella, ¿cómo llevar a cabo su abandono?, ¿dónde hallar la puerta de escape de nuestro propio corazón?

1 Críticas de los lectores

9

Cuando el cristal de sus mentes se quebró, un mar de dudas acabó por abrirse paso. El oleaje inundó las vidas de sus familiares, la tempestad de preguntas se hizo perpetua. Ellas empezaron a caminar por un sendero embarrado con pasos inquietos, a encontrarse pompas de algún grato y efímero recuerdo. A ese extraño mar, a los desvaríos y a la lucidez fugaz los llamaron alzhéimer. Reme y Trini, hermanas, dos mentes fisuradas, y un narrador-cuidador arrastrado por la riada. Admito que el dolor no me permitía avanzar, que cerraba el libro con frecuencia; reconozco que un relato tan extraordinariamente humano me obligaba a saber más. La degradación de los personajes es un sufrimiento pero la narración representa una esperanza literaria. La lectura de "El día menos pensado" me ha recordado que la felicidad reposa en la palma de nuestra mano, que un leve soplido basta para que despliegue sus alas. El vuelo dejará atrás el trabajo estresante, los anillos de compromiso que se han convertido en marcas de reses, las hipotecas sobre castillos de pladur, casas-cosas que encarcelan la alegría. Es bueno soplar y que la felicidad planee libre; si la enfermedad ha de derribarnos, que primero nos busque en las nubes. Porque no inventamos las letras para pagarlas, sino para crear palabras como fe, amor, valentía y esperanza.

hace 7 años