Me he llevado un chasco tremento con esta novela. La gente feliz lee y toma café (la primera novela de la autora), aunque no era ninguna obra maestra me pareció una novela entretenida y me dejó un buen sabor de boca. Por eso tenía bastantes ganas de leer esta, y en las 20 primeras páginas ya me dieron ganas de tirar el libro por la ventana.
No es que esté mal escrita, aunque al principio los diálogos se me hacían un poco artificiales y hacen que cueste meterse en la historia. No, el problema son los personajes, sobre todo la protagonista principal.
Nunca entenderé como en pleno siglo XXI una autora crea un personaje femenino totalmente sometido a la voluntad de los hombres que la acompañan. Y lo que es peor, ¡ella no lo sabe! Iris no deja de hablar de que quiere ser ella misma, encontrarse, realizarse, pero siempre a expensas de su marido o de Gabriel, el contrapunto de la historia. Y cuando empieza a alejarse de su marido y de las expectativas que él quiera que ella cumpla, se somete a la voluntad de otro de los personajes de la historia. Vamos, que el personaje principal, el que se supone que nos cuenta una historia de superación, no es más que una marioneta controlada por el resto de los personajes del libro. De ahí mis ganas de tirarlo por la ventana, pero me tendré que conformar con un cabreo monumental.
Puede que la autora crea realmente que Iris ha encontrado su camino en la vida (lo que, teniendo en cuenta que estamos hablando de una psicóloga, me preocuparía bastante), pero yo a estas alturas de la historia ya no concibo un personaje que solo se siente realizado cuando otros le dan su beneplácito para sentirse así. Iris habla mucho de ser quien realmente es, pero se pasa todo el libro siendo quien los demás quieren que sea.