Funciona bien como novela negra como no puede ser de otra forma al tratarse, al parecer, de un encargo para hacer una continuación o una última entrega del detective Phillipe Marlowe. No soy experto en las novelas de Chandler, pero, por lo que recuerdo de alguna que he leído y de la imagen que tenemos todos del cine clásico americano, creo que el personaje casi anciano de esta versión de Marlowe está bien conseguido. Se beneficia esta continuación del estilo de Osborne: sintético, cáustico, que atrae a esta última aventura del protagonista-ya septuagenario y en retirada.-, a lo que es el gran tema de Osborne: el enfrentamiento racial o social, representado por el del mundo occidental, turistas generalmente , y el propio de la zona, en la que ambienta sus novelas: Camboya en “Cazadores en la oscuridad”, Marruecos en “Los perdonados”, una isla paradisiaca del Egeo en “Perversas criaturas”. En este caso el lector disfruta de un detallado viaje por lugares de los estados occidentales de Méjico de Sinaloa, Michoacán, Guanajuato en los 80. Es un escalón distinto del clásico Marlowe de los años 30 y 40 del siglo XX pues se ve inmiscuido de algún modo en el enfrentamiento soterrado entre la cultura yanqui prepotente frente a la modestia y la astucia mejicana, por la que, sin duda, toma partido el personaje. Lo que ocurre es que el interés policiaco de la trama, que empieza bien, decae bastante desde el momento en que se centra más en el personaje de la joven viuda mejicana (Dolores) con su caracterización inevitable de “mujer fatal”, y el quiero y no puedo del Marlowe setentón A partir de ahí, más o menos, de la mitad de la novela, el relato se hace más típico, más previsible, y la búsqueda que emprende Marlowe como último caso pierde bastante interés para el lector.
hace 1 día