No faltan personajes que adornen la historia de las viejas ciudades castellanas, pero Genarín, el pellejero de León, es uno de los más singulares.
Genarín conocía las calles leonesas como la palma de su mano, las tabernas más ilustradas -si hay rastro de ilustración en las tabernas- y los lupanares más singulares. Por sus venas corrían las mismas proporciones de sangre que de orujo, y estaba desbebiendo lo bebido cuando "la Bonifacia", el camión de la basura, lo aplastó contra la muralla una madrugada de Jueves Santo.
Algunos de sus conocidos, gente zumbona y sandunguera, le convirtieron en el santo de los bajos fondos y comenzaron a celebrar una procesión bañada por el orujo, que, pese a haber estado prohibida, aún se sigue celebrando.
LLAMAZARES, esta vez en edición de lujo, recrea la vida y la muerte del borrachín de León y el origen de tan apostólico varón, siempre con un sentido del humor encomiable:
Carretera, carretera,
carretera de los Cubos,
murallas con alhelíes
tapias de barro crudo
donde murió Genarín,
el comprador de pellejos,
frente a aquellos muros truncos,
frente a aquellos muros viejos.
Por aquella carretera
donde pellejos hay tantos,
comprando los mismos iba
un día de Viernes Santo
sin pensar el pobrecillo
le fuera a matar un auto
pegado a los murallones,
con el capullo en las manos,
pues, según dicen las crónicas,
dicen que estaba meando.