No lo acabé. Fundamentalmente, porque este libro tiene dos problemas para cualquier lector que, a su vez, no sea el propio autor. El primero, que seguramente no te sentirás identificado con la añoranza de sus experiencias en cada uno de los lugares por los que deambula la narración. El segundo que es una interminable sucesión de nombres de sitios que te golpean la cara sin mucho más que una breve descripción. Son unas 800 páginas de algo así: Al bajarme del autobús en Noongate Fiel, una fina lluvia enfrió mi ánimo. Era tarde y Carnavon Main Street estaba vacía. ¡Que diferencia con aquellas mañanas de lunes, en las que al salir de mi cafetería favorita, Uncle Smith's Bar Counter, donde me deleitaba con aquel té especiado tan rico, la encontraba bulliciosa y ajetreada, con las amas de casa entrando y saliendo de tiendas del Peteboom Old Market, con sus notables arcadas victorianas!. Por desgracia, mi restaurante favorito, The Happy Stew , donde tantas veces degusté su roastbeer de ternera con mermelada de grosellas, ahora era un horrible Tesco y..... ". ¿A que se os ha hecho largo?... pues imaginaos 800 páginas. Yo aguanté 200. Cierto es que algunas de las comparaciones son divertidas y en ciertos momentos se aprecia un cierto sentido del humor. Pero está mal aprovechado, porque se escatiman las anécdotas. Sobran sitios y falta gente, relaciones humanas, conversaciones... en definitiva, algo que le dé vida al libro. Me esperaba un "Viaje a la Alcarria" a la inglesa y me he topado con una Guía CAMPSA. Sólo recomendable para "muy británicos y mucho británicos".
hace 1 mes