OBRAS
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  • Género Varios
  • Editorial CÁTEDRA
  • Año de edición 2005
  • ISBN 9788437622644
  • Idioma Español
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Resumen

El estilo de Flaubert. ¿Quién podrá definir un estilo al que &laquo,solo se llega con un trabajo atroz, con una obstinación fanática y entregada&raquo,, según él mismo decía? Porque el estilo no es solo la palabra: es esa misteriosa combinación que produce la armonía del cuadro. Una minuciosa, obsesiva tarea de documentación, que podía conducirlo a leerse una biblioteca para apuntalar detalles, la sonoridad, resumida en otro dicho suyo: &laquo,una idea es tanto más hermosa cuanto más sonora es la frase&raquo,, la precisión, la plasticidad, ese buscar en la prosa el nivel artístico del verso que le hacía decir: &laquo,Dar a la prosa el ritmo del verso (dejándola prosa y muy prosa) y escribir la vida ordinaria como se escribe la historia y la epopeya&raquo,. Lo había vislumbrado el canónigo quijotesco más de doscientos años antes cuando dijo que &laquo,la épica también puede escribirse en prosa como en verso&raquo, (I,47). Leyó mucho, aunque con decidida selección. De los contemporáneos apenas respetó a Victor Hugo (su &quot, Notre Dame &quot, lo había seducido de joven), un poco a Leconte de Lisle, y menos a Balzac, al que consideró genio &laquo,de segundo orden&raquo, por su estilo desaliñado: &laquo,¡Qué hombre habría sido Balzac si hubiera sabido escribir!&raquo,. Al desdén por los contemporáneos opuso la lectura apasionada de los clásicos: habla de la &laquo,inmensidad&raquo, de Shakespeare, de Montaigne como &laquo,padre nutricio&raquo,, alaba a Rabelais por la libertad, la desmesura, lo grotesco. Leyó a Voltaire —que quizá alimentó su precoz anticlericalismo—, a Goethe, a Byron, y varias veces el Quijote, del que, quizá con exageración, aseguraba que de niño sabía de memoria.