Ya había oído que había teorías que negaban la autenticidad del Diario de Ana Frank y siempre me ha parecido algo plausible. Con esta desconfianza me he sumergido en él y tengo que decir que ha sido una experiencia imborrable. Dura y viva. La vida en directo de un grupo de personas confinadas en una prisión que a la vez era su único refugio posible. Al acabarlo me he puesto a investigar y me ha tranquilizado enormemente que la gran mayoría de los defensores de la falsedad de esta obra sean revisionistas, antisionistas y demás "pensadores". Tras este hallazgo, la pregunta inmediata es, ¿qué temen tanto de un libro de apariencia tan poco subversiva? Pues, aparte de ser un documento más que confirma los horrores cometidos por los nazis, es un arma de difusión potentísima. Llega a gente de todas las edades, empezando por servir de elemento educativo en las mismas escuelas, a gente de todas las razas y religiones. Llega a cualquiera que entienda lo que se puede sufrir con el aislamiento, el miedo y la desconfianza hacia el prójimo. Y sorprende que una niña de tan corta edad sea capaz de expresar sus dudas, sus anhelos y su esperanza de una forma tan madura. ¿Y por eso hay que pensar que esto no lo ha escrito Ana? ¿Quizás porque no podemos concebir que en lugar de rencor y odio sus palabras lleguen plenas de vitalidad, humanidad y amor? ¿Tan miserables y cínicos pueden ser algunos que no entiendan que precisamente una niña es la única que puede hablar con tanta valentía y tanta candidez al mismo tiempo? Sí, la experiencia de Ana y los suyos me ha llegado al alma. Es difícil reprimir un escalofrío cuando nos habla de sus planes de futuro y de las ganas que tiene de que acabe todo. Sabemos cómo acabó demasiado bien. Demasiado pronto. Puedo entender que el texto haya sido retocado por su padre antes de la edición, pero para nada volveré a pensar que pueda ser falso. Todo lo que contiene es auténtico y seco como un disparo. Como la injusticia y el terror.
hace 10 años