Se hace difícil evaluar un libro que cuenta tantas atrocidades. La pobre Justina, una joven virtuosa, cae repetidamente en manos de personajes a cuál más depravado sufriendo así todo tipo de violaciones y torturas. Ello queda justificado a partir de las leyes de la naturaleza, es decir, la ley del más fuerte y, en esta línea, la superioridad del hombre respecto a la mujer. También se introduce "la moral de los esclavos": ese sentimiento piadoso es propio de los débiles, no hay igualdad, no hay Dios y el hombre poderoso tiene carta blanca para satisfacer sus deseos. Sadismo a parte, el libro se deja leer bien, para mí, llega a la cúspide en el convento de frailes donde ya se llega a las máximas cotas de perversión y, a partir de ahí, los siguientes episodios son más de lo mismo.
hace 8 años