Es El buen vino del señor Weston una novela muy especial que, bien degustada, por fuerza no puede dejar indiferente a nadie. Escrita antes de la Segunda Guerra Mundial, y ambientada en una otoñal noche de noviembre de 1923, su desarrollo parece lento, minucioso, demorándose con delectación en el dibujo de una pequeña aldea rural de Inglaterra —la ficticia Folly Down—, que resulta en una novela de corte costumbrista aunque de tono oscuro, con una importante presencia de humanos mezquinos y fuertemente sexualizados que conviven con otros donde la inocencia aún no ha sido despojada. A ellos se encamina el señor Weston a vender su buen vino en una furgoneta Ford. El señor Weston es un comerciante poco común, por el inquisitivo interés que tiene en conocer el interior y la vida de sus potenciales clientes. Hacia la mitad de la novela, el tiempo se parará en la mágica noche que ocupa la totalidad de la narración, y será a partir de entonces cuando algunos elementos extraños, que ya se habían podido ir presagiando, empiezan a desvelar su verdadera naturaleza. Una naturaleza fantástica, fantasmagórica, que transforma lo que parecía un relato de corte costumbrista en una potente alegoría, tan perturbadora como atrayente. No quiero desvelar más de la trama, dejando que el lector descubra por sí mismo el verdadero carácter de esta especialísima novela —que no en vano llamó la atención de alguien tan apegado a lo fantástico como Borges—, con esta recomendación inevitable: que no engañe la primera mitad del libro, más lenta, más convencional —si pudiera decirse así—, porque lo que se está haciendo es construir una atmósfera que cobrará todo su sentido a medida que las cartas vayan desvelando su verdadero rostro. Para entonces el lector ya estará inmerso en Folly Down, tratando a sus habitantes como viejos conocidos, calentándose confortablemente al calor de la taberna del Ángel, o sintiéndose atraído ante el influjo sexual y ferino del viejo roble. Todo dispuesto para que entre una inquietante ráfaga de aire frío. (Carlos Cruz, 23 de marzo de 2015)
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